Por Naimul Haq
RANGAMATI, Bangladesh, 15 feb 2016 (IPS) - Tres mujeres están ocupadas cosiendo prendas de vestir en el suburbio montañoso de Tarabonia, en Bangladesh. La tienda y taller de costura informal es la única de su tipo en el barrio y tiene buenas ventas.
Minu Bai Marma, una ama de casa de 27 años que dirige la tienda alquilada, sonríe y atiende a sus clientas habituales, que le piden vestidos nuevos, especialmente antes de las fiestas. Minu y su marido ganan lo suficiente para mantener a su familia.
“Los programas de microfinanzas dirigidos a las mujeres ampliaron sus oportunidades de generación de ingresos y les proporcionaron a muchas los medios para su primer emprendimiento económico”: Shireen Haq.
Hace siete años, la vida familiar de Minu no era tan feliz. Ella y su marido, Athuse Marma, hacían trabajos pesados en establecimientos ganaderos o araban la tierra montañosa. “Literalmente no teníamos ganancias. Teníamos que trabajar como jornaleros para ganarnos la vida. Si no había trabajo, no recibíamos la paga”, recordó la joven, que rompió en llanto.
Minu vive en un suburbio de Rangamati, en Chittagong Hill Tracts (CHT), uno de los tres distritos de montaña de Bangladesh, 350 kilómetros al sudeste de Dacca, la capital, donde la población indígena, mayoritaria en la zona, vive de la agricultura.
Los habitantes de los distritos de montaña ganan 40 por ciento menos que los 1.300 dólares por año que recibe en promedio el resto de la población del país.
La organización Poder Juvenil en Acción Social (YPSA, en inglés) aplica programas de microfinanzas destinados al desarrollo económico en CHT. Minu se asoció al grupo en octubre de 2009 y poco después se le concedió un préstamo de 50 dólares, que terminó pagando en varias cuotas en julio de 2010.
En octubre de 2010, luego de haber devuelto el monto recibido de siete préstamos anteriores, Minu solicitó 1.500 dólares, la mayor cantidad hasta entonces.
“Con el préstamo compré una máquina de coser… Ese era mi sueño y pronto adquirí experiencia en la confección de ropa. Mi vida cambió después de asociarme a YPSA. Hoy tengo un hogar digno. Mis hijos van a la escuela. Comemos bien. También estoy ahorrando dinero de lo que gano con esta pequeña empresa”, relató, con visible alegría.
La pobreza quedó en el pasado para Minu. Como ella, hay más de 25.000 socios de YPSA distribuidos en 1.609 grupos en CHT que disfrutan de esa libertad económica.
“Solo invitamos a aquellos que viven en la pobreza extrema, como jornaleros, personas sin tierra, agricultores, pequeños comerciantes y personas con discapacidad física, siempre que muestren potencial en el uso de los préstamos”, explicó Mohamad Murshed, el director de Desarrollo Económico de YPSA.
“No solo les prestamos dinero, sino que los miembros del grupo asisten a programas de formación y sensibilización. Durante las reuniones colectivas y participativas aprenden acerca de las oportunidades de negocios y se ayudan mutuamente”, añadió en diálogo con IPS.
En octubre de 2015 YPSA había entregado más de 37 millones de dólares en préstamos sin garantía, transformándoles la vida a personas muy pobres que antes no tenían poder ni voz en la sociedad.
Cheya Chakma, una ama de casa de 26 años que tiene una tienda de recuerdos con su marido en la ciudad de Rangamati, también ganó dinero con lo que le prestó el programa de microfinanzas de YPSA.
Ahora es una pequeña empresaria de éxito que no tiene vergüenza de hablar acerca de su pasado en la miseria. “Prácticamente tuve que mendigar para sobrevivir, pero hoy me siento orgullosa de estar empoderada. Puedo decidir qué hacer con mi familia y, de hecho, planificar nuestro futuro”, aseguró Cheya, con una sonrisa.
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Las mujeres de Bangladesh son más conscientes de sus derechos de lo que eran hace una década. Los micropréstamos han sido una herramienta revolucionaria en la tarea de darles una voz. Las políticas nacionales de desarrollo le han dado énfasis al empoderamiento de las mujeres, un factor considerado clave para combatir la pobreza.
“En una sociedad conservadora, dominada por los hombres, las mujeres siempre son segregadas, pero las políticas a favor de su desarrollo han acabado con ese estereotipo”, aseguró Hasib Hossain, fundador y director de la Sociedad Proyas Manabik Unnayan, que tiene un programa de radio semanal en el que presenta a mujeres de éxito cuya capacidad mejoró sensiblemente gracias a los préstamos.
“Hoy hay más mujeres en el medio rural que participan en los negocios, lo cual es un testimonio de su libertad”, añadió.
Diversos estudios muestran que cuando tienen los recursos necesarios, las mujeres tienen la capacidad de ayudar a sus familias y comunidades a salir de la pobreza. Cuando las mujeres perciben ingresos reinvierten 90 por ciento de ellos en sus familias, y por cada año que una niña pasa en la escuela el ingreso familiar se acrecienta hasta 20 por ciento.
Las niñas con educación formal se transforman en mujeres educadas que, a su vez, tienen bebés más sanos y son más propensas a enviar a sus hijos a la escuela. El empoderamiento es la suma total de los cambios necesarios para que una mujer pueda disfrutar de sus derechos humanos y realizar su potencial.
“Las mujeres con ingresos monetarios parecen ejercer un mayor poder de decisión que aquellas que no (los) generan… pero esta no es una tendencia importante”, aclaró Shireen Haq, una de las fundadoras de Naripokkho, una organización defensora de los derechos de la mujer.
“Por otro lado, las mujeres cabezas de familia tienen más capacidad de decisión por defecto”, precisó.
“Los programas de microfinanzas dirigidos a las mujeres, a pesar de sus limitaciones, ampliaron las oportunidades de generación de ingresos de las mujeres y les proporcionaron a muchas los medios para su primer emprendimiento económico”, reconoció.
Traducido por Álvaro Queiruga
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