Naciones Unidas: ¿imperfecta pero imprescindible?

21 octubre 2015 Mariano Aguirre

Niños libaneses y soldados italianos en misión de paz durante el día internacional de la paz en Líbano. (Mahmoud Zayyat/AFP/Getty Images)
La organización de Naciones Unidas (ONU) cumple 70 años en octubre de 2015. Creada al final de la Segunda Guerra Mundial con el fin de preservar a futuras generaciones “del flagelo de la guerra”, ha atravesado un complicado camino marcado, por un lado, por la ampliación de su agenda siguiendo la creciente complejidad del mundo en campos como el desarrollo, los derechos humanos, la igualdad de género y el medioambiente. Por otro, se encuentra en constante tensión entre el interés común y los intereses particulares de los Estados que la componen. Cómo vive la organización los grandes cambios del momento, cuáles son los retos y los desafíos y hacia dónde apunta su futuro. 
“Naciones Unidas no ha sabido adaptarse a los cambios en el mundo”
Sí, pero los cambios han sido muchos. En 1945 la preocupación de los países vencedores en la Segunda Guerra Mundial era que no volviesen a ocurrir confrontaciones bélicas como las que habían azotado alsistema internacional en el siglo XX.
En 2015 los desafíos son muchos y más complejos: diversas formas de conflictos violentos, desigualdad, pobreza, salud, cambio climático, seguridad alimentaria, crecimiento urbano, crisis humanitarias, violaciones de derechos humanos, flujos masivos de refugiados y nuevos problemas como la privacidad de los ciudadanos frente al control del Estado y el desempleo ante la robotización y la inteligencia artificial.
En cada uno de estos campos la ONU asume una agenda de protección de los derechos, entre otros, de la mujer, la infancia, los refugiados, los pobres, los discapacitados, la tercera edad y de grupos étnicos, raciales o religiosos en peligro.
La organización adaptó su agenda (preservar la paz) a esta multiplicidad de problemas. De este modo, registra sus manifestaciones, llama la atención sobre ellos y provee el espacio para negociar cómo se deberían solucionar. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que acaban de ser sustituidos por losObjetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, son un ejemplo de esta forma de acción.
“El Consejo de Seguridad es obsoleto”
Permanece anclado al siglo pasado. El Consejo de Seguridad (CSNU) está desfasado en el tiempo. Su configuración (Estados Unidos, Rusia –heredera del puesto que ocupaba la URSS-, China, Gran Bretaña y Francia) responde al equilibrio de poder que emergió de la Segunda Guerra Mundial. Especialmente refleja, además, el poder militar (armas nucleares) que tienen sus cinco miembros. La presencia de 10 Estados no permanentes que cambian cada dos años no sirve para contrapesar el poder de los cinco permanentes.
Desde que la organización fue creada surgieron más de medio centenar de nuevos Estados postcoloniales, se libró y acabó la guerra fría y desapareció la URSS. Del mundo bipolar (Estados Unidos-URSS) se pasó a un sistema internacional multipolar con la emergencia económica de países como Brasil, India y Suráfrica.
El Consejo de Seguridad no refleja la estructura de poder global de la actualidad. Más grave aún, ni su diseño ni sus miembros sirven para enfrentar y decidir sobre problemas globales, como el cambio climático, que requieren negociaciones y formas de decisión menos jerárquicas y más horizontales.
“El Consejo de Seguridad nunca se reformará”
Con una bola de cristal lo sabríamos. No es posible hacer predicciones. Desde la década de los 90 ha habido diversos intentos de reformar el Consejo de Seguridad en los campos de membresía, transparencia, las formas de trabajo y el derecho de veto. A la vez, Estados de América Latina y Africa han expresado su descontento con tener presencia regional en él.
Los miembros permanentes han bloqueado sistemáticamente que otros Estados se integren, bien sea por criterios de poder o geográficos. Brasil, India, Alemania, Japón, Nigeria y Suráfrica son los países mejor situados en el caso en el que se ampliase el Consejo de Seguridad. Han hecho campañas, ganado aliados, pero no han logrado modificar la resistencia de los cinco que dominan el Consejo. La Asamblea General se ha manifestado en diversas ocasiones en favor de una reforma. Otros países presionan para que haya más transparencia en la forma en la que se toman las decisiones, pero el secreto es, en gran medida, una parte del trabajo diplomático.
Probablemente, en el medio plazo no habrá reformas en la composición del Consejo de Seguridad, pero el constante surgimiento de otros foros de decisión política y económica conduce a que pierda poder y legitimidad. Por otra parte, los mismos miembros del CSNU tienden a obviar al propio Consejo cuando no logran consenso. Estados Unidos y Gran Bretaña invadieron Irak en 2003 cuando comprobaron que no podían obtener una resolución favorable a la guerra. Rusia ha comenzado a intervenir militarmente en Siria pese a haber bloqueado desde 2011 toda resolución que abriese la puerta a una intervención armada en ese país.
“Naciones Unidas no ha preservado la paz en el mundo”
Falso. La organización fue creada con el mandato normativo de evitar la guerra. Para lograr esa misión tendrían que haber funcionado los mecanismos de seguridad colectiva que se crearon pero nunca se activaron. O sea, mecanismos y procedimientos que permitieran a la ONU tener poder sancionador sobre los Estados en caso de que estos no cumpliesen con los principios y, especialmente, con los acuerdos alcanzados.
En cuestiones de paz y guerra Naciones Unidas tiene la capacidad de acción que le den los Estados (al igual que puede recomendar objetivos de desarrollo pero deben ser implementados por los propios países). En muchas ocasiones la organización ha promovido negociaciones, acuerdos de paz y su puesta en práctica, desde Camboya a América Central. Ha organizado, con mayor y menor eficacia desde 1948 y muy especialmente desde el final de la guerra fría, misiones de mantenimiento de la paz y programas de construcción de la paz en situaciones de postconflicto en Haití, Timor Oriental, Sudán del Sur, Kosovo, Malí y República Centroafricana. A la vez, apoya a comunidades sometidas a ocupación militar, como lapalestina.
Crecientemente, los secretarios generales han contado, además, con la figura de enviados especiales, como actualmente Bernardino León para Libia y Steffan de Mistura para Siria, que intentan abrir espacios de negociación. De forma paralela, el Departamento de Asuntos Políticos tiene un cuerpo deexpertos, que se renueva cada año, para intervenir, asesorar y mediar en situaciones de violencia organizada.
“Naciones Unidas es un gigante con problemas de coordinación”      
Totalmente. La ONU tiene problemas de coordinación interna y de competencia entre sus agencias. La organización cuenta con 17 agencias especializadas (como el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), 14 fondos (como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia) y un secretariado con 17 departamentos que emplean a 41.000 personas. El presupuesto anual es de 5.400 millones de dólares a los que se suman el coste de 9.000 millones de dólares destinados a misiones de paz (con 120.000 cascos azules en diversas misiones) y contribuciones especiales por parte de los Estados para actividades y proyectos específicos.
Durante las últimas décadas, sucesivos secretarios generales han intentado evitar las duplicidades, las competencias internas y que la organización se rija por la coordinación y el principio de “trabajar como si fuésemos uno” (delivering as one). En el terreno de paz y seguridad los recientes informes de paneles designados por el secretario general Ban Ki-Moon sobre operaciones de paz y la arquitectura de la construcción de la paz insisten, entre otras medidas, en la coordinación y coherencia interna.
“El mundo sería mejor sin Naciones Unidas”
Para sus enemigos sí y la ONU tiene muchos. Algunos muy activos, como John Bolton, el ex embajador del Gobierno de George W. Bush, quien hace campaña sistemática contra la organización. En este caso, se trata de ataques contra la posibilidad de que el sistema multilateral llegue a tener más poder que los Estados, en particular EE UU. Otros enemigos son silenciosos: ciudadanos que consideran que la ONU no sirve para nada porque en teoría no cumple la función que se le adjudicó. (Pero si la cumpliese posiblemente también estarían en contra considerando que tendría demasiado poder).
Sin la ONU el mundo tendría menos reglas y menos guías de acción que limiten los intereses egoístas de los Estados. Millones de personas estarían más desprotegidas y no tendrían una voz que les represente. La organización tiene limitaciones coherentes con operar en un sistema de Estados que rehusan delegarle poder. Es imperfecta pero imprescindible.

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Siete tendencias tecnológicas que pueden revolucionar nuestras vidas

06 octubre 2015 Gonzalo Toca


Aplicaciones Facebook y WhatsApp (Gabriel Bouys/AFP/Getty Images)
Redes sociales, Internet, bancos, robots, medios….preparados para cambiar en los próximos años.
La mensajería instantánea pone en jaque a las redes sociales
Las redes sociales, tal y como las conocemos, están perdiendo relevancia rápidamente frente a los sistemas de mensajería instantánea. Aquí ya no sólo hablamos de WhatsApp, que únicamente proporciona llamadas y conversaciones, sino de verdaderos ecosistemas como Line y WeChat, que empiezan a ofrecer video-llamadas, unos datos sobre perfiles y estadísticas de interacción para empresas muy sofisticados e incluso servicios para comprar productos en línea, entre ellos por supuesto aplicaciones móviles. Es frecuente que los llamados millennials, la población nacida entre 1977 y 1994, dediquen más tiempo y participen más en grupos de mensajería instantánea que en Facebook (si excluimos su ‘messenger’), Twitter o Instagram. Expertos como Brian Solis, afirman, con razón, que las aplicaciones de mensajería instantánea y sus ecosistemas están a punto de convertirse en las nuevas redes sociales.
Mi medio es mío: cuando los lectores se sienten propietarios
Cada vez son más los medios que han empezado a depender en gran medida del dinero que captan mediante suscripciones digitales o plataformas de crowdfunding y del eco que son capaces de generar en Internet. La audiencia, a quien le han dicho que necesitan su apoyo para hacer realidad un determinado proyecto político y social, cuenta con el megáfono de Twitter y con las facilidades para organizarse que sirven en bandeja las redes sociales. En estas circunstancias, sus miembros más activistas y con más talento para liderar pueden llegar a condicionar la libertad del medio tanto o más que las empresas que compran los anuncios. Los riesgos y las ventajas de este nuevo modelo basado en la tecnología, sin duda más democrático, más transparente y también más populista, apenas han empezado a vislumbrarse. Este año El Español se ha convertido en el tercer periódico que ha captado más de un millón de euros mediante campañas de crowdfunding.
Sede de Google en California (Justin Sullivan/Getty Images)
Sede de Google en California (Justin Sullivan/Getty Images)
¡Google ha muerto! ¡Larga vida a Google!
Uno de los pilares esenciales en la cuenta de resultados de Google es y sigue siendo la facturación publicitaria, un modelo que está aparentemente condenado a la decadencia por culpa de los nuevos usos que le damos a Internet y de las nuevas plataformas que nos los facilitan. Es verdad que utilizar los datos de las búsquedas y el ingenioso sistema del pago por clic era muchas veces más interesante que anunciarse en un medio de comunicación tradicional por el precio, porque la evaluación de la eficacia era relativamente sencilla y porque el perfil de los consumidores parecía más nítido que el que ofrecían los periódicos y televisiones a sus anunciantes. Ahora las circunstancias han cambiado: el acceso a la Red ya es mayoritariamente móvil; pasamos cada vez más tiempo en redes sociales como Facebook y en los sistemas de mensajería instantánea como WhatsApp, Line o WeChat; las grandes tiendas online –desde las que se especializan en productos digitales como iTunes o Google Play, hasta las que lo hacen en bienes físicos como Amazon o Alibaba– poseen datos infinitamente más precisos y valiosos que los que obtiene Google a través de su buscador. El cambio de guardia se acelerará en los próximos años.
La agonía de la privacidad
Según Boston Consulting, en 2015 vamos a alcanzar los 1.000 gigabytes de datos almacenados de media por cada ser humano, el doble de lo que puede tolerar un ordenador portátil. Las empresas que se dedican a extraer ese oro opaco se domicilian en los países donde la regulación es más permisiva, lo que significa que no les afectan, por ejemplo, las normas de los Estados europeos aunque operen en ellos. Incluso en el caso de la información confidencial, que suele estar ligada a asuntos altamente sensibles como la salud, su protección es más frágil de lo que se cree: basta con disponer de abundantes datos confidenciales de una persona para reconstruir su perfil e identificarla. Esta enorme cantidad de información ayuda por supuesto a las pequeñas y medianas empresas a comprender mejor a sus clientes –sin recurrir a multimillonarios estudios de mercado– y a que todos recibamos unos servicios más adecuados a nuestras necesidades. Sin embargo, también nos hacen a todos más vulnerables a la manipulación y reducen al extremo la parte de nuestras vidas que no queremos compartir. En la inmensa mayoría de los países el big data apenas ha dado sus primeros pasos (en España, por ejemplo, el sector no existía hace sólo tres años y, ahora mismo, sigue muy concentrado – aunque cada vez menos- en nichos específicos como los servicios financieros y el comercio por Internet) y por eso los ciudadanos apenas han experimentado en carne propia sus grandes ventajas y peligros. Con el volumen de datos que hemos alcanzado este año, eso está a punto de cambiar.
Reloj de Apple (Pablo Cuadra/Getty Images for Apple)
Reloj de Apple (Pablo Cuadra/Getty Images for Apple)
El asedio de los sensores
La expansión del big data se ha alimentado de la multiplicación en paralelo de la implantación de los sensores, que emiten en todo momento datos e información. Ya no hablamos de vehículos más o menos inteligentes, sino de unos coches que se están preparando para conducir solos y para que sus sensores se comuniquen directamente con los de las carreteras. Tampoco hablamos ya de los populares wearables para hacer ejercicio y medir nuestros progresos, sino de la posibilidad de utilizarlos para que nuestro médico reciba información actualizada sobre nuestra salud. Ferrovial ha diseñado monos de trabajo que evalúan las constantes vitales de algunos de sus operarios. Todo ello significa, por ejemplo, que alguien va a almacenar nuestros itinerarios en coche, las probabilidades que tenemos de sufrir enfermedades graves y la medicación que tomamos… o cuál es la evolución de nuestras constantes vitales en tiempo real. ¿Están preparadas nuestras instituciones para prevenir el abuso de las empresas que almacenan la información? ¿Podemos confiar en que el Estado no compartirá nuestros datos con otros Estados? ¿Estamos seguros que de seremos capaces de evitar que regímenes opresivos utilicen estas tecnologías para ejercer un dominio y control de su población sin precedentes?
Blockchain revolucionará la banca y nuestras vidas
El software de Bitcoin, llamado Blockchain y aplicable a cualquier operación con otras divisas, elimina la necesidad de un intermediario financiero para que, por ejemplo, dos empresas hagan una transferencia entre sí. Limita la capacidad de los bancos para operar con nuestro dinero (nuestros ahorros ya no son simples apuntes en cuenta sino, por decirlo de alguna manera, billetes y monedas digitales que tenemos en nuestros bolsillos). Dejaría, prácticamente, obsoletas las tarjetas de crédito a la hora de realizar micropagos porque su sistema es mucho más eficiente. Reduciría en miles de millones los costes de transacción de las entidades financieras. La utilización masiva de Blockchain va a coincidir con el despegue de sistemas de pagos virtuales como Apple Pay o Google Wallet ya han tejido las primeras alianzas con algunos bancos internacionales. El sector más conservador y básico de nuestras economíasha empezado a prepararse para una auténtica revolución.
Prototipo de robot con dos brazos utilizados para paquetería en Japón. (Toru Yamanaka/AFP/Getty Images)
Prototipo de robot con dos brazos utilizados para paquetería en Japón. (Toru Yamanaka/AFP/Getty Images)
Los robots llegan en masa al sector servicios
Hasta ahora nos hemos acostumbrado a convivir con los autómatas en la industria, una incorporación que supuso la destrucción de millones de empleos en todo el mundo y, años después, la creación de otros muchos. Lo que ocurrirá en los próximos años es la aceleración de la robotización del sector servicios: es difícil imaginar que los propietarios de flotas de taxis o de servicios logísticos y paquetería no vayan a preferir los coches sin conductor a unos chóferes que se ponen enfermos, no pueden trabajar 24 horas al día y cotizan en la seguridad social; a los clientes de los restaurantes de comida rápida o de grandes superficies les preocupa muy poco que les cobre una máquina o una persona; muchas de las tareas de seguridad o limpieza son tan rutinarias que han empezado a realizarlas los robots. Por supuesto, esta nueva ola no está afectando únicamente a los trabajos de poco valor añadido: una parte del trading financiero, llamado trading de alta frecuencia, se realiza automáticamente desde hace años porque la velocidad de las transacciones es crucial.